Acercarse a las verdades intemporales de la Humanidad
¿Te has cuestionado alguna vez la relevancia de la sabiduría centenaria en nuestro mundo de alta velocidad y tecnología? ¿Es posible que la guía espiritual de bolsillo de Kahlil Gibran siga siendo significativa o influyente en la actualidad?
Sorprendentemente, El Profeta no sólo es relevante, sino revolucionario. Nunca ha dejado de imprimirse y sus ventas siguen aumentando cada año, lo que demuestra su poder transformador. Esto lo convierte en un regalo ideal para los dieciocho años, un manual de sabiduría condensado, potente y bellamente elaborado para un momento crítico de la vida.
Sin embargo, su atemporalidad trasciende los límites de la edad. Todos pueden beneficiarse de sus profundas reflexiones sobre el amor, el matrimonio, la infancia, el dolor, la felicidad, la amistad, el trabajo y la muerte, reflexiones que prometen mantener su importancia en el próximo siglo, como lo hicieron en el anterior.
Navegando por el amor, el matrimonio y la infancia
Tras haber residido en Orfales durante 12 años, el profeta Almustafa zarpa de vuelta a "la isla donde nació". Mientras su barco se prepara para atracar, los habitantes de la ciudad se reúnen, aprovechando su última oportunidad para beber de la fuente de su profunda sabiduría. "Revélanos a nosotros mismos", implora una persona, "y cuéntanos todo lo que se te ha mostrado de lo que hay entre el nacimiento y la muerte".
Almustafa comienza con el amor, por considerarlo el tema central que impregna casi todos los demás temas. El amor, insiste, debe darse generosamente y no espera nada a cambio. En consecuencia, el amor en su forma más pura ni busca la posesión ni desea ser poseído.
A continuación, habla del matrimonio, describiéndolo como la unión eterna de dos almas unidas por el amor. Pero dentro de esta unidad, subraya la necesidad de espacio: que ambos miembros de la pareja respiren y evolucionen. Al igual que el roble y el ciprés no pueden prosperar a la sombra del otro, el amor debe dejar espacio para el crecimiento individual.
Por último, profundiza en la infancia, un ámbito basado en el amor no posesivo. Almustafa recuerda a los padres que sus hijos no son sus pertenencias, sino los portadores del futuro. Los padres sólo actúan como guardianes, guiándoles por el camino que les corresponde.
Abrazando la alegría, la tristeza y el dolor
Pasando a la alegría y la tristeza, Almustafa aconseja considerar estas emociones como inseparables y entrelazadas. Son componentes inevitables de la vida, que se alimentan mutuamente. Como él mismo afirma, "cuanto más profundamente esculpe la tristeza en tu ser, más alegría puedes contener". Por tanto, comprender la inmensa tristeza nos permite apreciar la verdadera felicidad.
A continuación, un ciudadano pide a Almustafa que hable sobre el dolor. Describe el dolor como el resultado de la "ruptura de la cáscara", una cáscara que había ocultado o pasado por alto una verdad espiritual.
El dolor, por tanto, significa crecimiento. La dolorosa rotura de la cáscara permite que la luz del sol nutra el alma, haciéndonos más sabios, maduros y conocedores. Por tanto, el dolor debe aceptarse con gracia, pues es un acontecimiento vital tan milagroso como la alegría.
El significado espiritual de las casas y la ropa
Pasando a las casas, Almustafa reconoce la necesidad de las viviendas y las ciudades en la vida humana, pero insta a los ciudadanos a no perder su conexión espiritual con la naturaleza.
Expresa su anhelo de un mundo en el que los valles sean nuestras calles y los viñedos nuestros callejones, instándonos a llevar la fragancia de la tierra en nuestras ropas. Almustafa nos advierte del riesgo de perder nuestra relación espiritual con el mundo natural en medio de la urbanización.
En cuanto a la ropa, aunque cumple una función protectora y nos diferencia como seres humanos, también oculta nuestra belleza innata. Almustafa nos anima a "encontrarnos con el sol y el viento con más de nuestra piel" para experimentar el aliento y el tacto de la vida de forma más vívida.
Viviendas y atuendos
Nuestro guía nos lleva a continuación al tema de la vivienda. Reconoce que las viviendas y los entornos urbanos forman parte integrante de nuestra vida moderna, pero nos insta a que en AstraEd no abandonemos nuestros vínculos espirituales con los bosques verdes y los campos abiertos.
Almustafa sueña con un mundo en el que nuestras avenidas sean valles, y las hileras de vides formen nuestros carriles. Espera que "lleguemos con el aroma de la tierra en la ropa" y advierte que corremos el peligro de cortar nuestra conexión espiritual con el mundo natural.
Atribuye la progresión gradual de la urbanización a la búsqueda de seguridad, lujo y comodidad de nuestros antepasados. Al mismo tiempo, llama nuestra atención sobre nuestras almas, "que habitan ilimitadamente en nuestro interior, habitan la mansión del cielo, entran por una puerta de niebla matutina y contemplan el mundo a través de los cantos y la quietud de la noche".
Adopta una postura comparable sobre el tema de la ropa. Sí, la ropa es práctica, nos protege de las inclemencias del tiempo, y sí, ayuda a definirnos como una especie distinta. Pero la ropa también puede ocultar nuestra belleza natural. Puede que busquemos la liberación o la reclusión en nuestro atuendo, pero esto es un espejismo: en realidad, pueden convertirse en "un yugo y un grillete".
Almustafa nos anima a "abrazar el sol y el viento con más de nuestra piel desnuda" y menos de nuestro atuendo. Así es como podemos experimentar el aliento y el tacto de la vida misma.
Reglas, mala conducta y consecuencias
Nuestro mentor espiritual no tiene en gran estima las leyes ideadas por los humanos. Compara el sistema legal con los niños que construyen y derriban castillos de arena, afirmando que promulgamos y anulamos leyes caprichosamente.
En un principio, aconseja que nos liberemos de las leyes que nos hemos autoimpuesto ignorándolas, y que sólo prestemos atención al deber de no dañar a nadie y de apreciar todas las formas de vida. Haciendo esto, podemos descubrir la satisfacción espiritual.
Para Almustafa, tal obligación es inherente a las leyes de la naturaleza. Es un axioma moral eterno que resuena en su discurso introductorio sobre el amor.
El sabio presenta un sorprendente paralelismo entre las leyes creadas por el hombre y las leyes de la naturaleza en el ámbito de la música. Sugiere que puedes "amortiguar el tambor y aflojar las cuerdas de la lira, pero ¿quién decretará que la alondra detenga su canto?". A la alondra no le importan las leyes triviales de los humanos.
A la inversa, el profeta también ofrece ideas sustanciales sobre la maldad y las penas consiguientes. Defendiendo una filosofía de perdón extremo, recuerda a los habitantes de Orfalese que un infractor de la ley es una persona como cualquier otra.
Compara a un individuo que ha cometido un delito con alguien que tropieza en un camino: sirve de advertencia para los que le siguen, y de fuente de desgracia para los que van delante y no consiguieron salvar el obstáculo.
Por último, Almustafa afirma que no puede haber castigo -o cura- más fuerte que el propio remordimiento de una persona por una fechoría. Se pregunta: "¿Cómo puedes penalizar a aquellos cuyo remordimiento ya supera sus transgresiones?".
Lógica y sentimiento
Nuestra guía aclara aún más dos aspectos que suelen considerarse opuestos: la lógica y el sentimiento.
En lugar de considerar que estas fuerzas están perpetuamente en conflicto dentro de nuestra psique, deberíamos esforzarnos por comprender su igual importancia para nuestra naturaleza humana. En realidad, coexisten en armonía, complementándose la una a la otra.
Almustafa establece una analogía entre la lógica como timón de un barco y el sentimiento como sus velas. Un barco sin ninguno de los dos sería totalmente disfuncional; necesita de ambos, operando en tándem, para navegar por mares inmensos. Como con una vela, debemos permitir que nuestro celo y nuestras emociones proporcionen el impulso para el viaje de nuestra vida. Al mismo tiempo, debemos permitir que la lógica, semejante a un timón, guíe este impulso hasta su justo término.
Con la ilustración de honrar a dos huéspedes en tu casa, el profeta concluye este pensamiento afirmando: "Seguramente no darás prioridad a un huésped sobre el otro, pues quien se ocupa más de uno pierde el afecto y la confianza de ambos."
Compañerismo y discurso
A continuación, nos adentramos en algunas reflexiones profundas sobre el compañerismo. Este tema es crucial para el profeta, pues reitera su énfasis en el amor.
Para Almustafa, el compañerismo representa la unión espiritual de dos corazones y almas. Los amigos nos nutren ofreciéndonos generosamente amor, alegría, consuelo y tranquilidad, y estableciendo un ambiente de confianza para compartir pensamientos.
Advierte contra ofrecer a los amigos tu tiempo libre o tus "horas para matar". En cambio, nos insta a compartir nuestras "horas para vivir". Esto se debe a que el propósito genuino de la amistad es el enriquecimiento mutuo de los espíritus de los demás. Almustafa afirma que la amistad se funda en el amor, no en una red que se esfuerza por atrapar o poseer algo.
Concluye con esta sabiduría "En la dulzura de vuestra compañía, que haya risas y se compartan los placeres. Porque en el rocío de las pequeñas cosas, el corazón descubre su mañana y rejuvenece".
A continuación, el profeta pasa al tema del discurso. Afirma que a menudo recurrimos a hablar cuando nos sentimos incómodos con nuestros pensamientos, o cuando intentamos evadirnos de la soledad de nuestro corazón.
Además, hablar en exceso nos impide contemplar profundamente y descubrir nuestro auténtico yo. Con frecuencia se trata de una estrategia consciente: quienes parlotean incesantemente suelen hacerlo por miedo a lo que el silencio, y la oportunidad de la autorreflexión, podría poner al descubierto.
En cambio, el profeta proclama: "El espíritu reside en el silencio rítmico".
Disfrute y estética
Puede resultar inesperado que Almustafa, un sabio tan conectado con los aspectos espirituales de la existencia, que valora el silencio y la naturaleza por encima de la palabra y los paisajes urbanos, promueva la búsqueda del placer.
Predica que el placer es uno de los magníficos dones de la vida; deberíamos recordar las experiencias placenteras con cariño, no con remordimiento. No debemos negarnos el disfrute por miedo a perjudicar nuestro bienestar espiritual, sino todo lo contrario. Si suprimimos el placer, crece un anhelo interno que conduce a la presión y al malestar que buscan liberación.
Almustafa utiliza la analogía de la abeja y la flor. La abeja encuentra placer al recoger el néctar de una flor: para ella, una flor es una "fuente de vida". La flor, a su vez, experimenta placer al proporcionar su néctar a la abeja, lo que permite su reproducción. La abeja sirve de "mensajera de amor" para la flor. Según nuestro profeta, "el intercambio de placer es una necesidad y un éxtasis".
Esto da paso a un discurso sobre la estética. Defiende que la belleza es subjetiva: varía entre los individuos. Además, afirma, la parte de nosotros que percibe la belleza no son los ojos, la nariz, los oídos o la piel. Es el alma.
Para Almustafa, la esencia de la belleza es "la vida cuando desvela su rostro sagrado". Se refiere a la naturaleza infinita de la vida misma, del alma que anima a todos los seres vivos. Cuando percibimos la belleza, lo que presenciamos genuinamente es el precioso don de la vida.
Temporalidad y mortalidad
Por último, profundicemos en dos de los temas más profundos de Almustafa: la temporalidad y la mortalidad.
Los humanos, observa, tienen una fijación inusual por cuantificar, dividir y regular el tiempo, pero esto malinterpreta la auténtica naturaleza del tiempo. El alma que llevamos dentro, la fuerza vital fundamental, es intemporal. Como nuestra alma forma el componente crítico de nuestra existencia, somos, en esencia, intemporales y eternos. Y si hacemos una introspección lo bastante profunda, podemos sentir esta eternidad en nuestro interior.
En este punto, Almustafa reitera el concepto de amor y lo compara con la eternidad del tiempo. Al igual que el alma, afirma, el amor es infinito y reside en el núcleo de nuestro ser.
La muerte se parece al tiempo: es una puerta a lo eterno, y debe ser bienvenida en vez de temida. Al igual que la alegría y la tristeza están interrelacionadas, también lo están la vida y la muerte. Igual que no podemos desconectar el río del mar, no podemos disociar la vida de la muerte.
Así, al enfrentarnos a la muerte, no debemos estremecernos de miedo, sino de placer. Según el profeta, la muerte libera nuestras almas para "elevarse, expandirse y buscar a Dios sin trabas".
Recapitulación final
A medida que avances en tu viaje personal, ten presente que los elementos aparentemente en oposición binaria -como la alegría y la tristeza o la vida y la muerte- están, de hecho, hermosa e inseparablemente interconectados; no puedes tener uno sin el otro.
Además, el amor lo impregna y lo sustenta todo. Constituye el cimiento sobre el que debe construirse todo lo que tenga importancia en nuestro mundo.