por Dan Breznitz
Innovación en Lugares Reales (2021) plantea que el modelo de crecimiento de Silicon Valley no es la solución universal para todas las ciudades o regiones. En lugar de intentar replicar el sueño del centro tecnológico, las comunidades deberían identificar su posición única en la cadena de producción global y cultivar la innovación basada en sus puntos fuertes inherentes.
Sobre el autor
Dan Breznitz, distinguido profesor de la Universidad de Toronto, profundiza en la política de innovación. Sus contribuciones literarias, como Innovation and the State, The Run of the Red Queen y The Third Globalization, han cosechado importantes elogios.
Redefinir el crecimiento mediante la innovación
Todos los líderes, desde los jefes de las naciones a los jefes de los pueblos locales, parecen estar enamorados del término "innovación". Se la aclama como la poción mágica para el rejuvenecimiento económico en nuestra era contemporánea. Pero, ¿cuál es la verdadera receta de la innovación? ¿Puede la historia ofrecer ideas sobre el tipo de innovación que deben perseguir las comunidades para obtener beneficios tangibles?
En este resumen, navegaremos por una solución pragmática y poco convencional para las comunidades. Evitaremos la ilusión común de reflejar "el próximo Silicon Valley" y, en su lugar, destacaremos las oportunidades que se alinean con los puntos fuertes genuinos de una comunidad.
Descubrirás que las comunidades pueden alimentar sistemáticamente la innovación especializada, lo que conduce a la creación de empleo y a una mayor calidad de vida.
Desmitificar el espejismo de Silicon Valley
Puede que la innovación no sea lo que te han hecho creer.
Durante generaciones, se ha propagado una narrativa a ciudades y regiones: innovar es emular a Silicon Valley. Y con esa emulación viene la prosperidad.
Sin embargo, la realidad es totalmente distinta. La evidencia histórica sugiere que esta estrategia suele acabar en decepción.
Tomemos Atlanta, Georgia, por ejemplo. En su afán por convertirse en un paraíso para las startups durante las décadas de 1980 y 1990, albergó empresas pioneras en ámbitos tecnológicos incipientes como los módems, el software y la ciberseguridad. Algunas, como Scientific Atlanta, MSA e Internet Security Systems, llegaron a dominar sus segmentos de mercado.
Pero este dominio fue efímero. El precio de adquisición de MSA apenas superó sus ingresos anuales. Tanto Scientific Atlanta como Internet Security Systems fueron compradas por empresas de fuera del estado. Sorprendentemente, el 40% de las startups con sede en Atlanta que obtuvieron capital riesgo entre 1999 y 2007 se trasladaron en los tres años siguientes a su financiación inicial.
Aunque el éxito inicial de Atlanta en el fomento de startups fue encomiable, no se tradujo en una prosperidad local duradera. La ausencia de vínculos comunitarios sólidos y la impaciencia de los inversores hicieron que la ciudad se convirtiera en un trampolín transitorio de startups, con empresas que florecían brevemente antes de trasladarse.
Este relato de Atlanta subraya los peligros de perseguir a las startups con miopía. Cuando las regiones persiguen obstinadamente la tecnología respaldada por capital riesgo con el sueño de convertirse en el próximo Silicon Valley, los resultados suelen ser sesgados y volátiles. Incluso si surge un ecosistema de startups, las recompensas rara vez benefician a la comunidad local. Las ganancias inesperadas se limitan a menudo a un grupo selecto de profesionales de la tecnología, mientras que la población local se enfrenta a una escalada del coste de la vida y a una desigualdad cada vez mayor. En lugar de una metamorfosis transformadora, las comunidades asisten a un crecimiento moderado y a una economía bifurcada.
Breznitz identifica tres mitos fundamentales que sustentan este modelo erróneo de innovación y crecimiento.
El primer mito equipara la innovación únicamente con artilugios revolucionarios y startups, pasando por alto las innumerables innovaciones cotidianas que impulsan el progreso. La verdadera innovación consiste en mejorar productos y servicios, no sólo en descubrimientos revolucionarios.
El segundo mito glorifica el capital riesgo como catalizador del crecimiento, defendiendo las startups con objetivos visionarios. Esta perspectiva pasa por alto la naturaleza inherente de las sociedades de capital riesgo, que dan prioridad a los beneficios rápidos para sus inversores sobre el desarrollo sostenible de una comunidad. Las sociedades de capital riesgo suelen impulsar a las empresas hacia trayectorias de crecimiento agresivas, presionando para que salgan a bolsa o sean adquiridas. Además, la retención local de las ganancias económicas no es una prioridad para las sociedades de capital riesgo, lo que conduce a una mayor desigualdad y a centrarse en las ganancias a corto plazo.
El último mito es la creencia de que emular a Silicon Valley garantiza la prosperidad. Este modelo de crecimiento suele beneficiar a un reducido grupo demográfico, creando un abismo entre la privilegiada élite tecnológica y el resto. Las regiones que intentan imitar a Silicon Valley a menudo se convierten en meros conductos de talento para las ciudades más grandes, con la consiguiente hemorragia de talento y beneficios.
Ya es hora de que las comunidades abandonen estas estrategias de talla única. Hace tiempo que debería haberse producido una reimaginación revolucionaria de la innovación y el crecimiento.
Un nuevo amanecer para la industria americana
Las enormes y silenciosas fábricas del Cinturón del Óxido son monumentos a una era pasada de la industria Americana. Pero, ¿y si, en lugar de lamentar su declive, reimagináramos su futuro?
Durante décadas, la narrativa de la manufactura Americana estuvo dominada por fábricas colosales que transformaban materias primas en productos acabados. La planta Ford de River Rouge personifica esta época, en la que todo el proceso de producción, desde el mineral de hierro en bruto hasta el Modelo T final, tenía lugar bajo un mismo techo.
Sin embargo, a medida que el mundo abrazaba la globalización, este modelo de "integración vertical" empezó a decaer. Los procesos de producción se fragmentaron y las distintas fases se desarrollaron en diversas partes del mundo.
Aunque la integración vertical aportó eficacia, también introdujo inflexibilidad. Tras la Segunda Guerra Mundial, a medida que surgían competidores asiáticos, a estos gigantes integrados les resultaba difícil adaptarse. La esperanza era que la fabricación de alta tecnología sería la salvadora. Durante un tiempo, así pareció, con regiones como Sacramento convirtiéndose en centros de gigantes tecnológicos como Apple.
Sin embargo, este rayo de esperanza fue efímero. Apple, entre otros, pronto trasladó su fabricación a Asia. El mensaje era claro: la era del dominio de la fabricación tecnológica Americana había terminado.
El sentimiento predominante sugiere que los días dorados de la fabricación Americana son una reliquia del pasado. Pero, ¿realmente hay que elegir entre revivir la fabricación al viejo estilo o perseguir al escurridizo unicornio tecnológico? Quizá haya otro camino, uno que se ha pasado por alto.
La globalización, aunque fragmenta la producción, también presenta nuevas oportunidades. Puede que el futuro de la fabricación no resida en industrias concretas, sino en capacidades especializadas. Para comprenderlo, tenemos que profundizar en los matices de la innovación.
El espectro de la innovación
La innovación no es un concepto monolítico. Puede diseccionarse en cuatro etapas distintas:
Novedad: Es la fase glamurosa de la innovación, caracterizada por descubrimientos e inventos revolucionarios. Es el reino de las empresas biotecnológicas que buscan el próximo medicamento revolucionario o de los inventores que crean el próximo gran artilugio.
Diseño y creación de prototipos: Esta fase transforma las ideas abstractas en productos tangibles. Es donde el diseño se une a la funcionalidad. Regiones como el centro electrónico de Taiwán y los clusters de muebles de Italia prosperan aquí, convirtiendo conceptos innovadores en productos listos para el mercado. Esta fase, aunque a menudo queda eclipsada, es fundamental para añadir valor económico.
Mejora incremental: Es el héroe olvidado de la innovación. Se trata de refinar y mejorar los productos existentes. Es el viaje de los coches cada vez más eficientes en el consumo de combustible o de los teléfonos inteligentes con baterías más duraderas. Con el tiempo, estos pequeños ajustes pueden dar lugar a cambios monumentales.
Dominio de la producción: Esta etapa final trata de la fabricación eficiente y de alta calidad. Es el arte de producir grandes cantidades sin comprometer la precisión. El delta del río Perla chino es un maestro en esto, cambiando sin problemas entre diferentes productos electrónicos.
Estas etapas subrayan una idea crucial: la innovación no consiste sólo en descubrimientos revolucionarios. A menudo, son las mejoras sutiles y continuas las que impulsan el progreso.
Entonces, ¿cómo pueden las regiones aprovechar estas diversas formas de innovación?
La respuesta está en la especialización de las capacidades. En lugar de competir por industrias enteras, las regiones pueden convertirse en expertas en fases específicas de la producción. Este enfoque valora la experiencia de los trabajadores por encima del atractivo de las exenciones fiscales para las empresas multinacionales.
Contrariamente a la creencia popular, atraer a las grandes empresas no es el único camino para la creación de empleo. Al perfeccionar capacidades específicas, las regiones pueden atraer empresas de forma natural. El reciente intento de Apple de devolver parte de la fabricación a Estados Unidos es un buen ejemplo. Eligieron Austin (Texas), pero se enfrentaron a dificultades debido a la erosión de las capacidades.
Por otra parte, lugares como Shenzhen (China) y Carolina del Norte (EEUU) han prosperado centrándose en sus puntos fuertes. Su éxito no está ligado a una industria concreta, sino a capacidades especializadas.
Para las regiones que aspiran al crecimiento, la estrategia debería pasar de perseguir industrias a cultivar capacidades. Se trata de identificar y destacar en fases específicas de la producción. Esto requiere una inversión dedicada, una cultura de fomento y una visión a largo plazo. Crear empresas puede ser efímero, pero cultivar capacidades crea prosperidad duradera.
Conclusiones
El próximo capítulo de la industria manufacturera no está escrito en los anales de las rígidas estructuras verticales, sino en redes de creatividad adaptables y generalizadas. La verdadera innovación no siempre consiste en descubrimientos revolucionarios o en la próxima gran cosa. Se trata de las mejoras constantes y sutiles que introducimos en lo que ya existe.
A medida que cambia el panorama de la tecnología, las cadenas de suministro y las materias primas, es imperativo que las comunidades perfeccionen constantemente las habilidades, herramientas y sistemas fundamentales de su mano de obra.
Aunque el atractivo de las startups tecnológicas impulsadas por el capital riesgo es innegable, las comunidades deben resistirse al impulso de convertirse simplemente en satélites de los grandes centros tecnológicos. Para labrarse un espacio significativo en el mercado mundial, las comunidades deben profundizar en todas las facetas de la innovación, elaborando una estrategia de crecimiento que resuene con sus capacidades y activos inherentes.
Estados Unidos no ha perdido su capacidad de producción. Es hora de adoptar un enfoque más progresista.
Accionables:
Durante los próximos seis días, dedica un momento cada día a identificar una pequeña mejora en tu entorno profesional o personal. Puede ser un proceso, una herramienta o incluso una mentalidad. Anota tus observaciones, los cambios que aplicas y los resultados. Este ejercicio te ayudará a apreciar el poder de la innovación incremental y su impacto potencial en sistemas más amplios.